Reúso directo de agua: Una estrategia ineludible para México
Por: Javier Agustin, Director General de SSD y Co-fundador de Smartsus
En un país donde la crisis hídrica se consolida como uno de los principales riesgos para desarrollo, competitividad e infraestructura, el reúso directo de agua emerge no solo como una alternativa técnica, sino como una decisión estratégica. México no puede darse el lujo de esperar: debe avanzar hacia un modelo en el que cada gota cuente, cada ciclo cierre y cada infraestructura multiplique su valor.
La presión sobre los recursos hídricos ya no es futura: es presente. Sequías prolongadas, la sobreexplotación de acuíferos, redes de distribución envejecidas y cuerpos de agua contaminados definen la realidad nacional. Frente a este panorama, el reúso directo, es decir, tratar aguas residuales para reincorporarlas al ciclo urbano o industrial sin que pasen por un cauce natural, permite transformar “riesgo” en “oportunidad”.
A nivel internacional encontramos ejemplos que no sirven solo de inspiración, sino de evidencia. En Singapur, el programa NEWater ya cubre cerca del 40 % de la demanda de agua mediante efluentes regenerados, gracias a tecnologías de microfiltración, ósmosis inversa y desinfección ultravioleta. Y en el estado de California, el sistema GWRS procesa diariamente más de 130 millones de galones de agua regenerada (aproximadamente 490 millones de litros), reutilizables para abastecimiento urbano.
Estos casos muestran que el reúso directo es viable, escalable y estratégico. Pero también evidencian que no basta “tener la tecnología”: se requiere diseño institucional, financiamiento, aceptación social y sobre todo, marco regulatorio adaptado.
En el contexto nacional, los datos muestran una realidad dual.
De acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cerca del 57 % de las aguas residuales municipales recolectadas en México son tratadas, aunque una fracción menor se reutiliza de forma sistemática. La mayor parte del agua regenerada se destina a usos agrícolas, industriales o al riego de áreas verdes, y solo una proporción limitada se incorpora a circuitos urbanos o industriales cerrados.
Informes de la Asociación Nacional de Empresas de Agua y Saneamiento (ANEAS) señalan que, pese a los avances en infraestructura de tratamiento, el país aún desaprovecha buena parte del potencial hídrico que podría obtenerse mediante esquemas de reúso avanzado. Estudios técnicos sugieren que, con la infraestructura adecuada y marcos normativos actualizados, el reúso podría atender una fracción significativa de la demanda hídrica nacional, reduciendo la presión sobre acuíferos y fuentes superficiales.
No obstante, hay un obstáculo que condiciona el salto hacia el reúso directo con fines de consumo: la norma NOM‑127‑SSA1‑2021, “Agua para uso y consumo humano. Límites permisibles de la calidad del agua”, que en su campo de aplicación excluye explícitamente a las aguas residuales tratadas. En su definición de “agua para uso y consumo humano” señala que esta no puede “provenir de aguas residuales tratadas”.
El efecto es evidente: aún cuando una planta logre producir agua con estándares equivalentes o incluso superiores al agua convencional, el marco legal no permite considerarla para abastecimiento humano directo. Es decir: la tecnología está lista, el beneficio es claro, pero la vía normativa está cerrada.
El avance del reúso directo en México exige tres ejes simultáneos:
1. Revisión normativa: Adaptar o crear estándares que permitan que las aguas regeneradas sean legalmente aptas para consumo humano, con criterios claros de calidad, monitoreo, trazabilidad y responsabilidad sanitaria.
2. Infraestructura e inversión: Priorizar plantas de reúso avanzado, redes de distribución adaptadas y sistemas de monitoreo continuo, como ya lo hacen Singapur y California, para que el ciclo cerrado funcione como eje de resiliencia hídrica.
3. Confianza ciudadana y gobernanza: La reutilización de agua requiere aceptación social; comunicar, transparentar resultados, sumar actores industriales, municipales y comunitarios será tan importante como la ingeniería.
El futuro del agua no pasa solo por más embalses: pasa por cerrar el ciclo, por reaprovechar el recurso con el mismo rigor que aplicamos a la energía o al material de construcción. México tiene la tecnología y el imperativo. La cuestión ahora es tener el marco institucional y la estrategia para ejecutar.
El reúso directo no es un lujo; es una infraestructura de soberanía hídrica, eficiencia operativa y competitividad nacional. Y en un mundo donde el agua será uno de los factores de riesgo más relevantes, México tiene la oportunidad de colocarse por delante. Pero para hacerlo, no puede esperar: debe actuar.