Opinión

Corazones Jóvenes (Young Hearts), una historia del descubrimiento del primer amor

Corazones Jóvenes (Young Hearts), una historia del descubrimiento del primer amor


Reseña por Edgar Dojaque

Corazones Jóvenes (Young Hearts), una historia del descubrimiento del primer amor.

Ver cine LGBTQ+ sigue siendo, para muchas personas, una forma de resistencia y también de ternura. Venimos de una época en la que los personajes LGBTQ+ eran representados desde el desconocimiento, el humor o la caricatura, mientras que las verdaderas historias de amor estaban rodeadas de dolor o tragedia, como sucedió en su momento con Brokeback Mountain. Con el paso de las décadas y cada nueva entrega, se ha ido construyendo un abanico más amplio y diverso de relatos que muestran un amor único, complejo y lleno de matices, donde las barreras que deben atravesarse para lograrlo se vuelven parte esencial de su belleza.

Esta importancia de la representación no solo radica en la visibilidad, sino también en el impacto emocional que puede tener en quien la ve. Cada historia abre una posibilidad más de entendernos, reconciliarnos con lo que no pudimos vivir o ponerle nombre a lo que sí. Young Hearts, del director belga Anthony Schatteman, entra justamente en ese territorio: una historia íntima, honesta y profundamente sensible sobre el primer amor entre dos adolescentes.

La película se sitúa en un pequeño pueblo de Bélgica, donde Elías, un joven reservado, vive una rutina tranquila hasta la llegada de Alexander, un chico de la ciudad que lo descoloca por completo. Desde ese momento, la narrativa nos va dejando pequeñas pistas, como si fuéramos descubriendo junto con Elías lo que él mismo aún no sabe nombrar. No hay declaraciones dramáticas ni escenas forzadas; lo que hay es una construcción cuidadosa de emociones, silencios, dudas y gestos que hablan más fuerte que cualquier frase.

El mérito principal de Young Hearts está en las actuaciones. Lou Goossens, en el papel de Elías, sostiene con muchísima delicadeza todo ese mundo interior que no se dice en voz alta. Lo acompaña Marius De Saeger como Alexander, con una energía más suelta pero igual de sensible. La química entre ambos no se impone, se insinúa, y eso la vuelve creíble.

Pero más allá de los protagonistas, vale la pena destacar también el papel de los personajes secundarios, en particular del padre de Elías. Su personaje, aunque discreto, ofrece momentos esenciales para comprender el entorno en el que crece Elías. Sus reacciones y silencios frente al descubrimiento de lo que sucede con su hijo nos recuerdan que el amor no siempre se expresa con palabras, sino también con lo que no se dice o con los gestos más simples.

La madre también tiene un rol fundamental en la narrativa. A través de ella podemos experimentar situaciones familiares que invitan a reflexionar sobre nuestros propios vínculos afectivos, especialmente como personas LGBTQ+. Estos personajes secundarios agregan una capa adicional a la historia, mostrando cómo las relaciones familiares pueden ser tan importantes como las románticas, sobre todo en etapas cruciales de autodescubrimiento.

La música, compuesta por Ruben De Gheselle, es otro acierto en la construcción del ambiente de la película. De Gheselle logra capturar ese aire casi mágico de la adolescencia, trasladándonos a las calles de tierra, a los sembradíos, a esos espacios abiertos que reflejan la sencillez y al mismo tiempo la intensidad de la vida en un pequeño pueblo de Flandes. Esta atmósfera sonora no solo complementa visualmente la película, sino que nos permite experimentar más de cerca las emociones de los personajes, transportándonos efectivamente al universo emocional que habitan.

Visualmente, la fotografía acompaña con sobriedad. No pretende embellecer artificialmente lo que está ocurriendo, sino sostener el ritmo pausado y honesto de la historia, dejando espacio para que las emociones respiren con naturalidad. Escenas donde basta un encuadre fijo y una mirada sostenida logran que las emociones se vuelvan palpables, manteniéndose en la memoria del espectador mucho después de que la película termina.

En términos cinematográficos, Young Hearts no busca revolucionar el género ni inventar algo completamente nuevo, pero sí deja una huella significativa. Quizá algunos puedan recordar películas como Call Me By Your Name, Verano del 85 o incluso la sutileza emocional que Pixar logró con Luca. Pero esta película tiene la particularidad de convertirse en un referente más accesible y seguro para audiencias jóvenes, retratando con honestidad y naturalidad ese momento tan vulnerable del primer amor. Un amor que refleja lo que tantas personas han sentido, independientemente de haberlo vivido exactamente así o no.

Porque al final, esa es la fuerza de historias como Young Hearts: mostrarnos algo que todos compartimos. El primer amor, la duda, los silencios, y el descubrirse emocionalmente frente a otra persona. Experiencias que trascienden diferencias y permiten que cualquier espectador pueda sentirse conectado.

Por eso, Young Hearts es una película que se ve para recordar, reconocerse y preguntarse cómo habría sido vivir libremente estas emociones en otras épocas. Pero sobre todo, se ve para celebrar que hoy estas historias no solo son posibles, sino necesarias. Y justo ahí está su poder: en que puede conectar con cualquier persona, porque el amor en su forma más pura es algo que todos podemos sentir.

El cine LGBTQ+, afortunadamente, continúa ampliando sus horizontes, y Young Hearts es una muestra más de que el amor, en cualquiera de sus formas, merece ser contado con respeto, cuidado y optimismo.

Young Hearts se estrenó el 17 de julio de 2025, marcando una nueva historia en el cine contemporáneo.
Más acerca del autor
Edgar Dojaque

Edgar Dojaque

Fundador de Después Del Clóset | Impulsor de Diversidad & Inclusión LGBTQ+ con enfoque en Comunicaciones | Speaker Diversidad LGBTQ+ | Mentor Gay