Opinión

After the Hunt, o el espejo de nuestra época

After the Hunt, o el espejo de nuestra época

Por: Enrique HagmaierConsultor en Comunicación y PR

¿Ya vieron After the Hunt de Luca Guadagnino? Si no la han visto, vayan a buscar la función más próxima: eso sí, no es una película cómoda, ni tibia, ni busca quedar bien —y creo que por eso las críticas que ha estado recibiendo—. Es un espejo. Uno que nos devuelve el rostro de una sociedad que ya no discute ideas —ni argumenta, ni debate—, sino banderas de colores; que no busca justicia, sino espectáculo mediático, aparecer en las notas; que primero cancela, y luego, si acaso y si conviene, investiga.

Desde los créditos iniciales —fuentes blancas al estilo de Woody Allen sobre fondo negro— la película anuncia que no viene a ponerse cómoda ni a seguir las reglas del entretenimiento light. El arranque es perfecto: una cena elegante en la casa de la profesora Alma (Julia Roberts) y Frederik, su marido psicoanalista (Michael Stuhlbarg), sirve como escenario de una sátira fina hacia la élite académica, la autoindulgencia progresista y las burbujas intelectuales que se alimentan de victimismo conceptual, una cena como las que tenemos con nuestros conocidos de Humanidades de la UNAM. La conversación es brillante, sarcástica y cargada de hipocresía,  entre que se discute si Nietzsche «era un nazi», si «la cultura trans redefine la realidad», o si «el trauma es identidad». Todo dicho con una sonrisa y un vino en la mano. Guadagnino captura, con precisión quirúrgica, la banalidad intelectual de una época donde se dice mucho y se piensa poco y, si se piensa, no se dice.

El plot del film es una acusación en un entorno universitario de élite, sí, pero eso es la excusa. La verdadera fuerza está en cómo se exhibe la cultura del «yo soy víctima, véanme», del pronombre, de la visibilidad automática, del ascenso sin mérito. La estudiante negra-lesbiana-quesesienteculpableporserrica, la profesora que lo ve venir y decide jugar su juego, y quién se da cuenta y no quiere jugar, todo converge en un retrato satírico brutal de una sociedad que, según la película, representa la versión más vulnerable y, a la vez, más manipuladora de la nueva identidad colectiva, o sea, una víctima que aprende que en la victimización hay poder. Y demasiado.

El guion de Nora Garrett es frío y calculado. No es complaciente ni te dice qué pensar. Te obliga a mirar lo que ocurre. Algunos dirán que se queda en la superficie, y puede que sí, pero también es cierto que en un mundo saturado de mensajes facilones, verla es ya un acto de valentía. En esa dinámica, la soledad aparece como motor: estar con alguien que te ama, que te mira, pero a quien tú no amas; elegir una carrera como refugio, traicionar creencias, pactar con lo que te será útil, ignorar lo ético por lo efectivo. 

La ambientación es soberbia. La fotografía de Malik Hassan Sayeed rodada en 35 mm brinda textura, intimidad y frialdad a un universo que se siente tan real como despiadado. La música de Trent Reznor y Atticus Ross —la misma dupla que creó la atmósfera en The Social Network, Challengers y Queer— no acompaña a la escena, la domina, presiona, obliga a mirarse incómodo. Y eso es buen cine de provocación.

La película, además, tiene un timing brutal. Hacia el final, un noticiario anuncia cómo una gran corporación cancela su programa de DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión), con un tono cínico y autocomplaciente, tanto que hasta resulta un alivio después de todo lo vivido en la película. Es la metáfora perfecta de nuestra época: el progresismo institucionalizado, convertido en checklists corporativos, en propaganda emocional y perteneciente que ya nadie cree, pero que no dicen por no quedar mal.

Y es que After the Hunt no ataca causas, sino comportamientos. No se burla de los derechos, sino de la hipocresía con la que se defienden. Nos recuerda que la cancelación, lejos de reparar injusticias, fabrica otras nuevas. Porque hoy, más que nunca, primero linchamos y luego entendemos. Guadagnino lo sabe, y por eso no da respuestas. Ofrece un espejo. Uno cruel, elegante y profundamente incómodo. Lo sostiene frente al espectador y le pregunta: ¿qué tanto de esto has vivido y qué tanto eres tú? 

Si están dispuestos a ver algo más que historia de acusación, After the Hunt es la indicada. No es perfecta y no quiere serlo. Quiere ser espejo. Y el espejo, en ocasiones, duele.

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Enrique Hagmaier

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